En el Rey León (esa gran película de dibujos animados que ahora veo en
repetidas ocasiones) se hace mucho hincapié en el concepto del ciclo vital.
Aunque la raza va evolucionando, aunque la libertad individual es
fundamental, hay hechos y decisiones que guardan un vínculo con nuestro pasado
personal o familiar.
Me cuesta reconocerlo, siempre me ha costado, pero no está de más recordar
de dónde venimos para saber a dónde vamos.
Mi familia, por ejemplo, ha sido y es una fuente de enseñanza para mí. Mis
padres viven sus principios como algo importante, y aunque ahora se escuchen
teorías “estupendas” como el best-seller “Padre rico, Padre pobre”, yo rompo
una lanza por otro tipo de teoría. La que nos dice que tener unos padres con
valores es algo que también puede marcar muy positivamente tu vida.
Ahora que lo soy por partida doble, y que tengo que tomar algunas decisiones,
junto con mi mujer, de ésas que se consideran fundamentales para el futuro de nuestras
hijas, agradezco tener referentes claros en los que poder fijarme.
Si tuviéramos que movernos únicamente por los criterios aceptados
socialmente, por las corrientes o las modas, las decisiones seguramente serían distintas.
Cuando permites que los valores y los principios intervengan como criterios la
cosa se complica un poco, pero, sinceramente, es mucho más reconfortante.
En estas últimas semanas, me ha sorprendido especialmente cómo deciden
muchos padres el colegio al que llevar a sus hijos. Es curioso que nadie se
autoproclame racista, y sin embargo el criterio “étnico” sea fundamental. Y yo
preguntando por qué tal es el profesorado de cada centro, a qué instituto estarán
asignados en el futuro, o los niveles de fracaso escolar.
Creo que me estoy quedando anticuado, lo de los valores es una cosa de una generación
anterior. Está superado, igual que la existencia de Dios.
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